FLORÍVOROS

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ENSALADA FLORAL

La imagen representa, aunque no lo parezca, una ensalada que nos comimos ayer. A algunos les sorprende: “Argh, pero ¿cómo podéis comer flores?”

Bueno, pues se puede y, aunque sea un poco como masticar un montón de hierbajos, no resulta nada desagradable, además estoy seguro de que habrá incontables beneficios sutiles que resulten de comer flores. En mi opinión merece la pena simplemente por su belleza. El sabor poco importa, lo importante es que tenga buen aspecto… de todas formas siempre puedes excitarlo un poco con ayuda de un buen aliñado.

Supongo que me da un extraño morbo el comer cosas que se consideran poco ortodoxas. Lo que a mi más me gusta son los riñones e hígados, corazones, criadillas y cerebros, todos los cuales están tan ricos como una carne tierna y buena. Si os apetece echarle un vistazo os puedo recomendar una maravillosa página web que os ayudará a aprovechar al máximo vuestras asaduras. www.nosetotailathome.com

Esta página web se creó a partir de un libro de recetas que fue producto del asombroso St. John’s Restaurant en Londres. Una vez fui a comer allí y me tomé la libertad de fisgar un menú, que os reproduciré para vuestro deleite acompañado de una serie de anotaciones que reflejan el delicado estado en el que me encontraba ese día.

Tienes que estar hecho de hierro para poder digerir algunas de estas cosas. El tuétano asado – sintiéndome un poco delicado – me recuerda a la mucosidad, y lo último que quieres ver cuando estás de resaca es la mucosidad. Y de segundo, para el que sea incomprensiblemente autodestructivo… Yo elegí los crujientes morros fritos de cerdo, con lo que me refiero a crujientes narices de cerdo. Esto me adentró más en el mundo de la mucosidad, ya que cuando llegaron parecían justo eso: un par de narices de cerdo mirándome – si acaso los cerdos miran con sus narices – desde el plato. En ese momento ya me estaba costando mantenerlo todo dentro y fue con bastante alivio que llegué al término de mi viaje gastronómico con un sorbete refrescante de calvados.

Alcachofas en vinagreta (V)

Cecina de buey con apio-nabo.

Carrillos fritos de raya en salsa verde.

Langostinos en mayonesa.

Ostras nativas (cada una). No especificaba a lo que se refería con “cada una”; el mío era por alguna razón el menú de señoras… pero bueno ya os lo imagináis.

Sopa de chirivía con foie gras.

Tuétano a la brasa acompañado de una ensalada de perejil.

Anguila ahumada con rábano picante.

Caracoles con hojas de roble… ¡Por favor!

Eso sólo son las entradas… continuamos con:

Estofado de ardilla con ajos silvestres.

Rodaballo con patatas fritas acompañado de salsa tártara.

Hinojo con berkswell (V)… Y se lo tienen merecido. (Es difícil hacerse con un buen berkswell en estos oscuros tiempos.)

Albóndigas de chivo con puré de patatas.

Paloma con col lombarda.

Solomillo de ternera a la brasa acompañado de remolacha y nueces encurtidas.

Callos con alubias blancas y bacón.

Costilla de ternera con espinacas y anchoas.

Y así sigue extendiéndose. Puedes acabar con pastel de Eccles y queso Lancashire, y algunos del grupo lo hicieron; pero no fue mi caso, yo ya no tenía cuerpo para ello.

Pero bueno todo esto me está dando hambre… ¡es la hora de comer!

 

 


COPULACIONES POCO CONSEJABLES

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Mejor no probar esto en casa

Hay días, de vez en cuando, en los que no ocurre nada digno de contar, ni siquiera algo entretenido. Hoy, el 30 de marzo, está resultando ser uno de esos días… Me pregunto si la culpa es mía o del día. Creo que no sería correcto culpar al día, así que supongo que seré yo. Quizás esté de ese tipo de humor…y eso me hace pensar que si hoy soy capaz de escribir algo medianamente decente, entonces puedo hacerlo cualquier día.

Por la mañana paseé río arriba con los perros, como suelo hacer todas las mañanas. Había otro sapo muerto en la piscina, siempre es descorazonador, aunque tengo la impresión de que a los sapos les gusta así; parece formar parte de su ciclo. Esta muerte acuosa a menudo va acompañada de una especie extraña  de copulación, se enganchan tres o cuatro sapos más pequeños al cuerpo hinchado del sapo muerto, formando una piña en el agua.

Esta manera de copulación no es al gusto de todo el mundo. Agradecería a cualquiera que sepa lo que realmente está ocurriendo allí abajo que me informe, iluminándome así las tinieblas de mi ignorancia.

Me hizo pensar en Woody Allen diciendo “lo que tiene el sexo es que cuando es bueno es muy bueno y cuando es malo…también está bastante bien.”

Quizás los sapos lo vean de esa manera… o las arañas, de las cuales la hembra, en muchos casos, se acaba comiendo al macho. Una búsqueda rápida en las zonas más turbias de Internet demuestra que hay cosas mucho peores que te pueden ocurrir. Pero mejor no empecemos con ese tema.

Mientras paseaba río arriba meditando sobre los placeres y los peligros de la copulación, escuché un ruiseñor en los tamariscos, el primero del año. Apuntando las orejas hacia el lugar, no veía por donde andaba y pisé una desafortunada culebra que tomaba el sol cerca del agua. Con una palabrota silenciosa salió de debajo de mi chancla y se deslizó como un rayo río adentro.

Todo lo que lees te recomienda calzarte sensatamente con unas resistentes botas de montaña en los terrenos montañosos, pero menos mal que no lo hice, o se hubiese cerrado el telón para esa pobre culebra. Eso demuestra que no hay que creerse todo lo que uno lee.

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Peligro del sexo

 


UN PERRO NUEVO

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BUMBLE Y BABOUSCHKA

BABOUSCHKA

Los perros son como las personas; envejecen y se mueren, así que de vez en cuando hay que buscarse otro nuevo. Los hombres, por alguna extraña razón, suelen estirar la pata antes que las mujeres… Me pregunto si la Esposa me buscará un sustituto y dónde. Pero para un perro nuevo nosotros vamos a Albolote. Allí hay una perrera, un recinto enorme que alberga unos 300 perros. No matan a los perros si no viene nadie a adoptarlos; ellos- el equipo de voluntarios altruistas y heroicos- siguen cuidando, alimentando y paseándolos. Los que trabajan allí no cobran ni un duro y todo marcha gracias a una fundación benéfica. El caso es que el lugar está completamente abarrotado; no cabe ni un perro más, y, como consecuencia de la crisis económica se abandonan cada vez más perros. España es un país de perros abandonados y cada vez va a peor.

El jueves fuimos a recoger a Mami (el nombre que le pusieron ellos), un gran mastín blanco que vio la Esposa en su página web. Fue abandonada recientemente, tiene unos cinco años y es grande y muy afectuosa. Desde el jueves vive con nosotros en el cortijo con Bumble y Bao que también llegaron de Albolote. Los primeros días la paseamos con correa por el río… podría habernos abandonado y vuelto a Albolote; pero ahora conoce los tiros y le aterrizan las ovejas, por lo que ya la dejamos correr libre por allí. Me cuesta imaginarme algo más placentero que ver a un animal que ha sido maltratado, abandonado y restringido a una prisión de cemento empezar a comprender que ahora puede disfrutar de la libertad del campo. Se te queda grabada en el corazón la expresión de felicidad de sus caras y colas mientras corren río arriba y río abajo, olisqueando las cosas que olisquean los perros. Cuando salgo a pasear me gusta llevarme a un perro porque me parece que expresan el placer de una manera muy extraordinaria, y lo transmiten, a cualquiera que tenga ojos para ver, con sus colas. Así que si buscas un perro que te acompañe y llene tus solitarios paseos con alegría o que simplemente se estire a tus pies ante la chimenea, no malgastes buen dinero en razas caras, estos animales te necesitan.

Estaba claro que teníamos que cambiarle el nombre, ya que Mami no empieza por “B”. Ahora se llama Babouschka que es un poco largo pero bonito.

http://amigosdelosanimales.org.es/

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LA BABOUSCHKA

 

 


ESCORPIÓN EN ORPINGTON


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EL FAMOSO BAO

Sé que es de tontos, pero cuando llegas a mi edad (sesenta el año que viene, y vosotros tranquilos que ya os llegará a vosotros también) acabas desarrollando unas idiosincrasias absurdas. Una de ellas es que a los “doggs” (que, al igual que blogg, siempre escribo con dos “g”s) siempre les llamo los “dogmas”… y por extensión las ranas, “frogs”, son los “frogmas”. Sé que no es muy gracioso, pero a mí me entretiene.

Los “dogmas” son Bumble, la grande, y Bao, que fue abandonado bajo la lluvia helada, en una gasolinera de Granada, luego lo rescató una perrera, y acabó aquí. Bao se llama Bao porque rescatamos otro “dogg” el mismo día, al que llamamos Bil. Bil y Bao: Bilbao, la gran ciudad industrial del norte. A la gente que se rodea de animales le parece gracioso llamar a sus animales con nombres de ciudades. En Inglaterra teníamos una oveja llamada Orpington.

De este modo presento al protagonista de este “blogg”, el “dogg” Bao. Bao estaba revolcándose sobre la alfombra del salón, intentando, supongo, deshacerse del agasajo de alguna pulga. Observándolo me di cuenta de que tenía un escorpión sobre la panza. Lo aparté con mi babucha… momento en el cual desapareció. Me arrastré a gatas por la habitación, escudriñando por aquí y allí, pero fue en vano.

Se me olvidó rápidamente, y desayunamos con un escorpión reptando por debajo de la mesa y entre nuestros pies. Estamos acostumbrados a este tipo de cosas; siempre tenemos algún escorpión correteando por allí. En verano acechan bajo las piedras, disfrutando del calor y la sequía, que es lo que más les gusta, pero en otoño les gusta entrar a la casa, al igual que todos los demás arácnidos del valle.

En verano a Ana, la Esposa, le picó en el codo un escorpión… en la cama. Debajo de la mesa del desayuno ya es grave, pero tenerlos en la cama connubial ya es otra cosa completamente diferente. Yo salté de la cama como un rayo en cuanto me lo dijo, y me quedé allí, en mis babuchas, temblando de miedo. No me iba a arriesgar a que el maldito escorpión se trasladase a mi lado de la cama e intentase algo conmigo… ¡ni en sueños!

Puede que sea oportuno aclarar que la picadura de nuestros escorpiones no es letal; no son los Pandinus africanus, una variedad de escorpiones africanos grandes y negros, (véase “Los almendros en flor”), sino que los Buthus occitanus  que son un tanto más manejables. Pero aún así su picadura no es de lo más placentera; Ana dijo que la picadura es parecida a la de un par de avispas, quizás un poco peor, y el dolor dura unas doce horas. Ella es muy estoica con las cosas así, actuó como si no hubiese pasado nada, excepto por el hecho de extraer al escorpión de la cama y dárselo a las gallinas. (Véase “Entre Limones” para conocer el relato de la curiosa relación entre el escorpión y la humilde gallina.)

Curiosamente, ambos tenemos la extraña convicción de que se puede mitigar contra este tipo de eventualidades mediante el mantenimiento de un buen karma. Con este fin Ana se dedica a salvar las avispas del bebedero de los “dogmas”, y yo salvé a un precioso abejorro azul de una muerte lenta en la piscina… después de lo cual me picó. Aún así mantengo una fe a ciegas en la invencibilidad, y me paseo descalzo por la casa a oscuras, consciente de que hay escorpiones esperándome por allí. Le presta un maravilloso repelús a mis deambulaciones nocturnas.

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ORTIGAS

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PARECEN AJOS SILVESTRES

En Billingshurst, el solariego ancestral, me encontraba visitando a la octogenaria madre. Viendo soleada la mañana del sábado, me dirigí al bosque, acompañado de bolsa de plástico, guantes de goma y tijeras de cocina. El bosque estaba cubierto de una alfombra verde oscura de campanillas por florecer y a punto de ello, algunas prímulas y celidonias esparcidas por doquier les mostraban el camino. Brillaba el sol, los mirlos cantaban y se oía el arrullo de las palomas torcaces. Se me olvida lo preciosa que puede ser Inglaterra.

Me desvié por un camino de barro, un bulevar de ajos silvestres; su olor aromatizaba el aire. Eso bastaría para empezar, así que cuidadosamente desraicé algunos de los delgados zarcillos decolorados de la renegrida tierra, y los metí en mi bolsa. Pronto encontré ortigas. Admito que me encontré salivando ante tal deliciosa posibilidad. Me desabroché el cinturón y lo pasé por las asas de la bolsa, me coloqué el apretado guante de goma y me puse manos a la recogida. Eran jóvenes y de un verde intenso, crecían a ras del suelo. A mi parecer todavía era temprano para coger ortigas, pero mejor aún tiernas que aquellas de semillas, fibrosas y asquerosas que se encontraría uno más tarde. En no más de veinte minutos ya tenía la bolsa llena de ortigas.

En el camino de vuelta con mi botín pasé por la farmacia. Quizás fuese por consecuencia de haber estado encerrado durante tres horas en un tubo de aluminio herméticamente sellado, encajado entre gente vociferando, tosiendo, moqueando y estornudando, (Easyjet Málaga-Gatwick) que empecé a sentir el primer ligero rasguño de un resfriado en la parte posterior de la nariz. Una enorme dosis de vitamina C es la única solución para este tipo de caso.

La farmacéutica me resultó bastante atractiva y ella parecía predispuesta a charlar un poco. Durante un rato hablamos de la vitamina C, tema sobre el cual no sé absolutamente nada.

”Linus Pauling”, le comenté, “se tomaba 9.000 mg de vitamina C al día, y mira lo que consiguió el.”

“¿Qué consiguió?” me preguntó

La verdad es que no estaba muy seguro, así que difuminé un poco el asunto enseñándole mi bolsa de ortigas. Pareció impresionada. Decidí llevarlo un poco más lejos:

“Los cogí para mi pobre madre anciana; no tiene nada que llevarse a la boca; además son muy buenas para sus viejos huesos y también para sus ojos, por lo que haré una sopa con ellas. Deberías probarla, la sopa de ortigas, está deliciosa”

Al salir vi a la atractiva farmacéutica sacudir la cabeza y secarse una lágrima del ojo.

Y bien deliciosa que estaba la sopa, acompañada de perfectos picatostes dorados y una espiral de crema agria rumana. Fue un plato maravilloso para el Día de la Madre… y bien barato también.

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PARECEN AJOS SILVESTRES


EL RETORNO DE BELLA

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"Belle" acompañada por su pequeño "Bill"

No tengo mucho de ganadero. A pesar de haber trabajado con ellas durante más de cuarenta años, todas las ovejas me parecen más o menos iguales. Pero en ocasiones te encuentras con una oveja excepcional, que destaca por encima del rebaño. Tal criatura es Belle. La llamamos así porque por el momento es la única oveja con un cencerro, que en inglés se dice bell… de ahí lo de Belle. Los profanos en la materia puede que a veces se pregunten cómo uno elige a qué oveja colgarle el cencerro. Funciona así: si una oveja hembra engorda demasiado, en ocasiones es difícil conseguir que se quede embarazada. Una manera de hacer que una oveja que está gorda pierda peso es colocarle un gran cencerro. Así cada vez que baje su cabeza para comer hierba, se encuentra con el cencerro entorpeciéndola, y sus dientes no pueden llegar a alcanzar el exquisito bocado para arrancarlo con el fin de someterlo a masticación, y a la subsiguiente regurgitación y rumiación.

No obstante, las ovejas aprenden pronto, probablemente como consecuencia de no tener gran cosa sobre lo que pensar; así que no tardan en apoyar el cencerro, darle un pequeño golpe en el lateral, y morder. Por supuesto esto lleva más tiempo que pastar sin carga alguna, así que no tardan mucho en adelgazar lo suficiente para poder disfrutar de las atenciones del carnero, que tiende a preferir sus ovejas esbeltas y bien proporcionadas.

Belle era la oveja más gorda del rebaño la última vez que coloqué la campana; también parecía poseer lo que solo puedo describir como una actitud positiva – aunque es complicado atribuir este tipo de cualidades a una oveja.

Durante el pasado mes, la mitad de la manada ha dado a luz, y las he encerrado para no perderlas de vista. Belle, que parecía estar a punto de parir, se quedó con el rebaño del exterior y fue de un lado a otro día y noche por las colinas de detrás del cortijo. Hace una semana, el rebaño quedó en silencio; Belle se había quedado en la colina, sin duda habiendo dado a luz. Subí a buscarla, pero no tuve suerte.

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"Bill" con unos amiguetes

Esa es una buena madre”, dijo Manolo el jornalero. “Cuidará de su cordero y lo traerá cuando esté preparada”.

Pasó una semana y ni rastro de Belle. Estaba fuera de mí, lleno de preocupación y de pena por la pérdida de una gran oveja – y no digamos del cencerro.

Es su final”, dijo Manolo. “Esta mañana vi cuatro zorros en la Herradura.”

Me lamenté, porque esa misma mañana había visto dos zorros en lo alto de la colina. Un zorro se llevará al cordero recién nacido; parecían malas noticias.

Pero hoy escuché un alegre tintineo, y de la colina bajaba Belle airosamente con un cordero recién nacido a sus pies. Había dado a luz y había protegido a la criatura en lo alto de una ladera que rebosaba de zorros hambrientos. Esa es una gran oveja. Me quedaré con su cordero para criarlo y lo llamaré Bill.

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