Biografía

UNA BREVE BIOGRAFÍA
Introducción:-
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1952 El joven autor en 'King's Farm House. Observa los zapatos: zapatos de mujeres.

 

Prolijo… bueno, hasta hace no mucho yo tampoco sabía lo que significaba esa palabra; significa extenso, con mucha palabrería, rebuscado, excesivamente locuaz, verboso etc, etc… y eso es lo que soy. Esto lo sé porque me sugirieron que escribiera una breve biografía de mi mismo ( o sea, una autobiografía ), para complementar a los textos más detallados que estoy escribiendo. Pretendía que no pasara de una página, de unas quinientas palabras… pero no tardé mucho en darme cuenta de que pensar en comprimir cincuenta y ocho años en una página era demasiado. Así que, por favor, aceptad mis disculpas en cuanto a mi prolijidad, teniendo en cuenta que A. no puedo evitarlo, y B. no tenéis porqué leerlo. Si lo hacéis, espero fervientemente que este ejercicio presuntuoso de autoalabanza os divierta y os ilumine en vez de ofenderos.

INFANCIA

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Un retrato inusitadamente halagador del autor. Es lo que se llamaba una 'Polifoto', y hubieran tomado por lo menos un ciento para sacar ésta.

 

El autor, es decir yo…nació en Faygate, Horsham Sussex en la primavera de 1951, si no recuerdo mal.  Desde ese mismo instante en adelante, siempre estuve rodeado de mujeres: madre, abuela, hermanas, niñeras, una hembra de labrador llamada Candy, y un personaje, ahora un tanto borroso por el paso del tiempo, que se llamaba Tita Eyson, que ni siquiera era mi tía. Mi padre estaba casi siempre trabajando, intentando construir un negocio del que llegado el día yo, como hijo único que era, me encargaría.

ESCUELA PREPARATORIA PRIVADA

A la edad de ocho años, después de un mediocre comienzo académico en el colegio PNEU de St. Christopher (Calle Richmond detrás de la escuela de gramática), me arrancaron del seno familiar y me enviaron a colegio Abbey en Ashurstwood, cerca de East Grinstead. Allí, solo había niños y hombres. Se metían constantemente conmigo, con una cierta razón, ya que mis orejas sobresalían; tenía un cierto aire amanerado como resultado de tanta y tan temprana exposición a las mujeres, y no prestaba demasiada atención a los estúpidos deportes masculinos. Si no hubiera sido tan fuerte habría desarrollado un trauma emocional a causa de todo esto. Mi madre lloraba cada vez que mis hermanas y yo nos íbamos al internado. Años más tarde le pregunté porqué nos había enviado. “ Era lo que la gente de nuestra misma clase social hacía,” contestó con un pequeño suspiro.

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La familia celebrando algo. La más pequeña es mi hermana, Carole, con cara atipicamente angélica. Poco después sería ella quien parteaba el bacalao.

 

COLEGIO PRIVADO

A la edad de trece años, hice el examen avanzado de admisión para Charterhouse, un colegio privado de Surrey. Una feliz confusión con los papeles me proporcionó una beca para esta augusta institución, y fui en consecuencia colocado en el Special Remove con los empollones. Como era de esperar, terminé el en puesto número veinticinco de veinticinco alumnos en la lista de final de trimestre. Me bajaron a Remove A, donde acabé el vigésimo cuarto de veinticuatro. Aunque consideré esto como una mínima mejora en mis resultados académicos, esta opinión no era compartida por las autoridades del colegio, quienes procedieron a degradarme a Remove B. Una vez más, terminé el número veinticuatro de veinticuatro; y fue solamente, cuando en el siguiente trimestre me mandaron de una patada al Remove C con los auténticos forajidos, cuando se estimó que había “encontrado mi nivel”; me había superado a mi mismo al termina vigésimo cuarto de veinticinco. Alguien tiene que ser el farolillo rojo, pero ese ya no iba a ser yo. No me estoy vanagloriando de esto, así es como era las cosas. Tampoco me avergüenzo de ello; algunos somos buenos en unas cosas; y otros en otras.

GÉNESIS

Fue en este momento cuando la conexión con Génesis ocurrió. Había aprendido a tocar los tambores militares, como un chanchullo para evitar los peores excesos de las burdas actividades de la “Fuerza Combinada de Cadetes”. Peter Gabriel (q.v.) me pidió que tocara la batería para su banda para que él, que había empezado como batería, pudiera tener las manos libres para tocar la flauta y moverse mientras cantaba. Me mantuvieron allí durante un tiempo porque tenía entusiasmo y era amable, e incluso tuve la oportunidad de hacer el tonto en un estudio de grabación durante una tarde y cortar un par de pistas. Pero estaba escrito, y el famoso Jonathan King, el manager, convenció a los chicos para que me echaran.

Fue una sabia decisión, ya que era, por decirlo de manera suave y saltar brevemente a al lenguaje vulgar, un batería de mierda… y también un joven tan poco agraciado como para agradarle ni remotamente al señor King. Además, los padres permitieron a los demás abandonar la escuela (teníamos dieciséis y diecisiete años) para perseguir lo que parecía una prometedora carrera en la música pop. Mis padres no vieron ningún futuro en este negocio tan poco fiable, me obligaron a quedarme y a hacer mis exámenes finales. El resultado fue que mientras Peter, Mike, Tony, y en menor medida Ant Phillips, se convirtieron en multimillonarios, yo dejé la escuela para convertirme en esquilador de ovejas. No me importó; me encantaba esquilar ovejas… y aún me gusta.

“EL COLEGIO CRAWLEY DEL CONOCIMIENTO”

Terminé el colegio con unas calificaciones bastante discretas, y me matriculé en el “Colegio Crawley del conocimiento” para mejorar mis resultados en los exámenes finales y poder entrar en la universidad. Fue ésta la gota que hizo rebosar el vaso: mi primera experiencia de co-educación. No podría averiguar en mi vida, cómo se hacía… concentrarse en la materia en cuestión mientras era sometido por todos lados y constantemente a la más terrible y descarada provocación femenina. En consecuencia abandoné mis estudios, me hice hippie y me dediqué a dirigir la revista de la escuela, un periodicucho poco edificante llamado “Coquilla”, que estaba descaradamente copiado de la revista americana “Horseshit”.
Terminé con Aprobado en Lengua Inglesa, Francés y Bellas Artes, en base a lo cual me aceptaron en la Universidad de Leeds para estudiar Bellas Artes. Decidí tomarme un año sabático y, para financiarlo, comencé a trabajar en una obra.

LA OBRA

La obra me catapultó al mundo real y, aunque me llegó como un mazazo, estando como estaba recién salido de un colegio privado, me encantó. Fue duro y sucio, con hombres adultos que usaban una clase de lenguaje que jamás me hubiera atrevido a imaginar. Paleé arena y grava hasta que mis hombros no pudieron más; me espabilé a lomos de un martillo taladrador; aprendí a hablar mal, a beber té de tazas de esmalte desconchadas, y a reírme a carcajadas de los chistes y bromas más cuestionables. Mi finura de colegio privado adquirió una ordinariez complementaria, mientras que mi decolorado cuerpo tomó un tono bronceado y desarrolló una cierta musculatura. Quizás no era éste el futuro que mis padres habían planeado para mí pero, viendo como era tan feliz, lo dejaron correr, con la esperanza de que solo fuera otra fase. Ganaba dieciséis libras a la semana trabajando  ( para Farrs of Westbury, en Wilts). Eran cinco días y medio a la semana de trabajo físico rompiéndome la espalda bajo el sol, la lluvia y las terribles heladas del invierno.

VIAJES:

Con todas las pagas de dieciséis libras que atesoré, me fui de viaje. Teníamos un autobús hippy, una ambulancia Morris comercial pintada con colores alegres. Con ella me dirigí a la India, que era lo que uno hacía en aquella época, con una idea no muy clara del camino. Me lleve conmigo a Mary, una chica a la que adoraba y a la que quería causar una buena impresión.
Desgraciadamente, en Zagreb, confundidos por las señales en Serbo-Croata, una lengua que nunca dominé, choqué con un tranvía y lo saqué de las vías. Todos los pasajeros se bajaron y me reprendieron en ese mismo idioma. Me quedé allí quieto y escuché sus improperios con la cabeza agachada hasta que llegó la policía y me encerró en el calabozo durante esa noche. No me importó; era joven y fuerte y todo parecían ser avatares de la vida.

Los recursos en Zagreb en esos días no eran las adecuadas para arreglar una maltrecha ambulancia Morris Comercial de un día a otro; así que la dejamos en buenas manos y Mary y yo continuamos nuestro camino de varias maneras: a pata, haciendo autostop- algo nada fácil en la Europa del Este de los sesenta- en una carreta tirada por bueyes y, finalmente, el Orient Express, que nos llevó en la más lenta y sucia de las miserias hasta Estambul. Estábamos deslumbrados por la belleza y la novedad del Orient, pero decidimos que la India estaba demasiado lejos, así que nos dimos la vuelta y regresamos.  Durante esos años viajé, fundamentalmente haciendo autostop, por toda Europa… por toda menos por España, que en esos momentos soportaba una dictadura de lo más desagradable, y parecía un lugar muy poco apetecible.

CIRCO

Me había quedado bastante escaldado por la debacle de Génesis y decidí seguir trabajando en mis habilidades con la batería. Para ello contraté a un profesor en Brighton, un Sammy Davis, que me ayudo con mis redobles, flams, ratamacues, y dobles y triples flam-paradiddles. Practiqué apasionadamente diez horas al día, siete días a la semana y, tras unos meses conseguí un cierto nivel. Por esto, puse un anuncio en la revista “Melody Maker”: “Caballero, 21,” decía, “ busca puesto de batería.”

Mi excéntrico anuncio obtuvo/atrajo dos respuestas igualmente excéntricas: una de un grupo de “ensayo y bebida” a lo Glen Miller, y la otra del circo de Sir Robert Fossett. Me reuní un par de veces con la banda de Glen Miller pero mi capacidad de leer música a primera vista era un tanto débil y, además, yo no bebía. La habilidad para ingerir grandes cantidades de cerveza parecía, por una razón que se me escapaba, ser el requisito esencial para formar parte del grupo. Así que me marché con el circo en su gira de 1972 por el Norte de Inglaterra.  (Ver “El loro en el limonero”)

VIDA RURAL

Compartí la experiencia del circo con mi novia sueca, Kjerstin. Poco después de esto Kjerstin encontró a un tipo mucho más adecuado y de fiar, un sueco, y muy sensatamente me dio una patada. Estaba desolado y decidí marcharme a trabajar a un kibutz (comunidad agrícola israelí) a Israel para reparar mi maltrecho corazón. En el ultimo minuto vi un anuncio en el periódico local en el cual se buscaba un ayudante de porquerizo en una granja de Bramley, cerca de Guildford. La verdad es que Guildford estaba mucho más cerca y era políticamente menos conflictivo que Israel, así que fui y, siendo el único solicitante, conseguí el trabajo.

Pasados uno días me enamoré del trabajo en la granja; comprendí que esto era lo que siempre había querido hacer, y aunque al principio apenas conocía la diferencia entre una oveja y un cerdo, me lancé con mi maltrecho corazón a aprender y a vivir la agricultura. Me encantaba su olor, y la felicidad de vivir fuera, al aire libre durante todos los días y todas las estaciones, y la belleza de la campiña de Surrey, y el sol y la lluvia, y su energía.

Un día de verano vinieron los esquiladores. Mi trabajo era atrapar a la oveja pora ellos y enrollar la lana. Estaba tan embelesado por el trabajo del esquilado de ovejas que les convencí para que me dejaran ir con ellos en mis días libres y que, a cambio de enrollar la lana y atrapar las ovejas, me enseñaran a esquilar. Era la gracia y la belleza del trabajo… y su dureza física, su virilidad, lo que me atraía. Era, junto con la agricultura, una especie de epifanía; de repente supe cual era mi destino.

ESPAÑA

Había abandonado la batería; no parecía tener mucho que ver con la agricultura. En su lugar, tomé lecciones de guitarra clásica, y durante las largas y solitarias tardes agrícolas me dedicaba a estudiar detenidamente las tablas de identificación de hierbas y a practicar con la guitarra. Al final de mi curso, que coincidía con el regreso del legítimo ayudante del porquerizo, se me antojó irme a España. Sevilla, en el sur, parecía ser el lugar para un joven loco con una guitarra. Así pues, sin saber una palabra de español me dirigí a París y me subí a un autobús lleno de vendimiadores que se dirigía a Cognac, donde financié mi viaje recolectando uvas.

Más tarde, continúe por los Pirineos y me adentré a pie y con la ayuda de mi dedo pulgar, en esta curiosa nueva tierra Africana. Me detuve en Valencia durante un tiempo para recoger naranjas… semanas más tarde (ver El Loro en el Limonero) llegué a Sevilla, la ciudad más romántica del mundo. Practiqué con la guitarra sin cesar… y me enamoré de la ciudad y de España en general, con su lengua y su cultura y su vasto e inverosímil elenco de españoles. El hechizo estaba en marcha, y parecía inevitable que un día volvería aquí y me quedaría para siempre.

Me quedé en Sevilla durante unos meses, hasta que mi dinero se acabó y tuve que volver a Inglaterra para reponer mis recursos. Durante muchos años trabajé en Inglaterra y en Suecia y ahorré dinero para vivir el resto del tiempo en Andalucía, donde el dinero se podía estirar más. Quizás aquí debería decir que a pesar de mis hercúleos esfuerzos con la guitarra, realmente no llegué a ningún lado. Algunos nacen para ser músicos; otros no. He estado tocando durante más de cuarenta años, y aunque me manejo con la guitarra…en fin, aún me queda un largo camino por recorrer.

OVEJAS

De vuelta a Inglaterra, allí estaba, por raro que parezca, mi otra pasión: las ovejas. En lo más profundo, sabía que no iba a ganarme la vida como músico profesional, así que en su lugar decidí convertirme en pastor. Para ello, compré algunas ovejas y arrendé algo de tierra en Sussex, donde vivía mi familia.
En un fiesta de fin de año- una fiesta que era tan aburrida que todo el mundo estaba sentado viendo la televisión- conocí a mi futura amiga y esposa, Ana. Ella era la única persona junto conmigo que no estaba interesada en la televisión así que, supongo, era inevitable algún tipo de conexión. Le hablé de mi pasión por las ovejas… y, poco a poco, a lo largo de los años, acabó compartiéndola. Al final manejamos un gran rebaño de ovejas juntos, recorriendo la campiña de Sussex.
Tuvimos las ovejas durante muchos años, y yo esquilaba en Inglaterra y en Suecia para llegar a fin de mes. Pero nunca hicimos mucho dinero, y finalmente tuvimos que venderlo todo para cumplir con las exigencias extorsionadoras del banco. Estaba destrozado y me eché a la mar. (ver “Tres Maneras de Volcar un Barco”)
De vuelta en tierra firme, en otra fiesta, conocía a Mark Ellingham, que acababa de comenzar a escribir las guías de viajes “Rough Guides”. Le dije que hablaba chino- lo que era una verdad a medias- y me envió al este escribir la guía  “Rough Guide” a China.

EL VALERO

Cuando volví de China, Ana y yo nos casamos. Nuestra relación llevaba ya más de doce años y pensé que sería una buena excusa para ponernos guapos  y organizar una fiesta. Y eso fue lo que hicimos. En nuestra luna de miel pasada por agua en Wiltshire (habíamos pensado ir a Cachemira, pero acababan de empezar los problemas allí) hablamos sobre nuestros planes y sueños, y descubrimos que ambos habíamos soñado vivir en España. Y así, buscando algo más desafiante que nuestra fácil existencia en Sussex, compramos un cortijo abandonado en Las Alpujarras, al sur de Granada (ver “Entre Limones”),  y en Noviembre de 1988 nos mudamos allí con todo lo que teníamos encima.

ESCRITURA

Poco a poco nos adaptamos a la vida en nuestro remoto cortijo en las montañas, al igual que éste también se adaptó a notros. Tuvimos una hija, Chloé, y vivimos una vida con bastantes dificultades, pero muy feliz, intentando, casi siempre en vano, arañar algo de vida a la improductiva tierra. Para llegar a fin de mes recolectábamos semillas y yo esquilaba ovejas por toda La Alpujarra. Esto nos hizo ganar lo suficiente para apañárnoslas, y nos llevó por los rincones más salvajes y remotos de nuestro nuevo país.
Después de 8 años de lucha, Mark Ellinghan vino a visitarnos un verano, y me sugirió que escribiera un libro sobre nuestras experiencias. Aunque con bastante recelo accedí, y comencé a escribir “Entre Limones”. El libro tuvo un gran e inesperado éxito pero, aún mejor que esto, descubrí que eso era lo que realmente quería hacer con mi vida: me encantaba escribir y, aunque hay una parte de mí que está un poco triste por no seguir siento un esquilador de ovejas, o un marinero, o un músico… y aunque aún me resulta difícil tomarme en serio la idea de un trabajo que no te ensucie, me disfruto mucho siendo escritor.

EPÍLOGO Y EXCUSAS

Bueno, si habéis llegado hasta aquí, espero que os haya gustado. Mi plan es ampliar fragmentos de esta breve-pero no tanto- biografía. ¿Porqué?, os preguntaréis. ¿Porqué habrá alguien tan presuntuoso como para suponer que otros estén interesados en las desgraciadas nimiedades de su existencia? Es una buena pregunta, que tampoco me resulta nada fácil de responder. Después de todo, tampoco es que sea un importante estadista, el líder de algún movimiento histórico fundamental, o ni siquiera un ejemplar particularmente valioso de Homo Sapiens… ¡y probablemente no tengáis ni el más mínimo interés en emular a una persona como yo! Oh, cielos, no… bien, lo hago porque me gusta escribir, porque me mantiene en ello, y porque, a juzgar por las ventas de mis libros, hay bastante gente ahí afuera que, inexplicablemente, disfruta leyendo estas cosas. Y eso, para mí, es uno de los mayores placeres, y una razón de peso para seguir haciéndolo.

El Valero, 1 de Septiembre de 2009.