ESCORPIÓN EN ORPINGTON


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EL FAMOSO BAO

Sé que es de tontos, pero cuando llegas a mi edad (sesenta el año que viene, y vosotros tranquilos que ya os llegará a vosotros también) acabas desarrollando unas idiosincrasias absurdas. Una de ellas es que a los “doggs” (que, al igual que blogg, siempre escribo con dos “g”s) siempre les llamo los “dogmas”… y por extensión las ranas, “frogs”, son los “frogmas”. Sé que no es muy gracioso, pero a mí me entretiene.

Los “dogmas” son Bumble, la grande, y Bao, que fue abandonado bajo la lluvia helada, en una gasolinera de Granada, luego lo rescató una perrera, y acabó aquí. Bao se llama Bao porque rescatamos otro “dogg” el mismo día, al que llamamos Bil. Bil y Bao: Bilbao, la gran ciudad industrial del norte. A la gente que se rodea de animales le parece gracioso llamar a sus animales con nombres de ciudades. En Inglaterra teníamos una oveja llamada Orpington.

De este modo presento al protagonista de este “blogg”, el “dogg” Bao. Bao estaba revolcándose sobre la alfombra del salón, intentando, supongo, deshacerse del agasajo de alguna pulga. Observándolo me di cuenta de que tenía un escorpión sobre la panza. Lo aparté con mi babucha… momento en el cual desapareció. Me arrastré a gatas por la habitación, escudriñando por aquí y allí, pero fue en vano.

Se me olvidó rápidamente, y desayunamos con un escorpión reptando por debajo de la mesa y entre nuestros pies. Estamos acostumbrados a este tipo de cosas; siempre tenemos algún escorpión correteando por allí. En verano acechan bajo las piedras, disfrutando del calor y la sequía, que es lo que más les gusta, pero en otoño les gusta entrar a la casa, al igual que todos los demás arácnidos del valle.

En verano a Ana, la Esposa, le picó en el codo un escorpión… en la cama. Debajo de la mesa del desayuno ya es grave, pero tenerlos en la cama connubial ya es otra cosa completamente diferente. Yo salté de la cama como un rayo en cuanto me lo dijo, y me quedé allí, en mis babuchas, temblando de miedo. No me iba a arriesgar a que el maldito escorpión se trasladase a mi lado de la cama e intentase algo conmigo… ¡ni en sueños!

Puede que sea oportuno aclarar que la picadura de nuestros escorpiones no es letal; no son los Pandinus africanus, una variedad de escorpiones africanos grandes y negros, (véase “Los almendros en flor”), sino que los Buthus occitanus  que son un tanto más manejables. Pero aún así su picadura no es de lo más placentera; Ana dijo que la picadura es parecida a la de un par de avispas, quizás un poco peor, y el dolor dura unas doce horas. Ella es muy estoica con las cosas así, actuó como si no hubiese pasado nada, excepto por el hecho de extraer al escorpión de la cama y dárselo a las gallinas. (Véase “Entre Limones” para conocer el relato de la curiosa relación entre el escorpión y la humilde gallina.)

Curiosamente, ambos tenemos la extraña convicción de que se puede mitigar contra este tipo de eventualidades mediante el mantenimiento de un buen karma. Con este fin Ana se dedica a salvar las avispas del bebedero de los “dogmas”, y yo salvé a un precioso abejorro azul de una muerte lenta en la piscina… después de lo cual me picó. Aún así mantengo una fe a ciegas en la invencibilidad, y me paseo descalzo por la casa a oscuras, consciente de que hay escorpiones esperándome por allí. Le presta un maravilloso repelús a mis deambulaciones nocturnas.

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